lunes, 22 de junio de 2015

La casa del Bosque


Unos jóvenes que andaban de vacaciones,pasaron por una extraña casa y dijeron: 
A que ustedes no se atreven a entrar a esa casa-.Dijo uno de ellos pero otro le respondió 
Y por que tu no entras,eh,tu dijiste ustedes,nosotros entramos después de que entres tu primero-.Y el otro dijo: 
MM bueno entrare,para que vean que no soy un miedoso como ustedes-. 


Cuando entro a la casa estaba totalmente oscura,pero el muchacho vio un interruptor y enseguida lo prendió,pero cuando se encendió la luz vio unos como esqueletos y cadáveres horribles. 

Pero se hizo el valiente y subió las escaleras,pero cuando estaba arriba vio lo mas horrible y espeluznante,un fantasma lleno de sangre,el muchacho se recargo en el borde de las escaleras 
y el fantasma lo empujo de las escaleras y se murió. 

Sus amigos oyeron el golpe y entraron a la casa a ver que paso y vieron a su amigo muerto y mejor se fueron de esa casa del bosque. 

Nunca encontraron el cadáver del muchacho,y dicen los turistas que pasan por ahí que ven un fantasma de un joven gritando. 

miércoles, 17 de junio de 2015

"La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada"

"Eréndira estaba bañando a la abuela cuando empezó el viento de su desgracia."
Así es el tenor de la primera frase del la obra "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada" de Gabriel García Márquez, el escritor colombiano, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1982.
Eréndira es la nieta que había cumplido apenas los catorce años, vivía sólo con su abuela en un enorme mansión extraviada en el desierto. El único animal de plumas que puede sobrevivir allí era un avestruz raquítico. La nieta atentía a su abuela que necesitaba ayuda con todo, a causa de su grandeza e inmovilidad. Normalmente necesitaba dos horas cada día para arreglar la anciana. No podía caminar sin ser apoyada de la nieta. Eréndira era lánguida y de huesos tiernos y demasiado mansa por su edad. Era la sola sobreviviente, con la abuela, de la familia de origen legendaria contrabandista que se llamaba Amadís.
Eréndira no decía mucho a la abuela, por lo general solo:
"Sí, abuela."
El día en que empezó su desgracia la abuela vio que Eréndira se volvió a dormir caminando y le dijo a Eréndira, ella se excusó:
"Es la costumbre del cuerpo."
El ambiente de la mansión y del desierto se describe cómo aislado y la vida de las dos cómo una existencia rutinaria. Por una desgraciada casualidad, cuando Eréndira se durmió con un candelabro ya encendido, se hizo fuego en la mansión, la gente del pueblo trató de rescatar los restos del desastre. Pero no quedó mucho. La abuela empezó inmediatamente el trabajo de hacer a Eréndira que pagar su negligencia. El medio fue venderla a los hombres.
El primero cliente fue un viudo del pueblo que era muy conocido en el desierto porque pagaba a buen precio la virginidad. Cuando no hubo en el pueblo ningún otro hombre que pudiera pagar algo por el amor de Eréndira, la abuela la llevó en un camión de carga hacia otros pueblos y regiones. Eréndira tuvo que pagar por el viaje haciendo amores con el carguero del camión. Este encuentro fue una buena experiencia para Eréndira, porque al carguero le gustó ella y ella también gustó de él.. La abuela comenzó a arreglar a Eréndira. Le pintó la cara con un estilo que había estado de moda en su juventud:
"Los hombres son muy brutos en asuntos de mujeres."
En un tenderete la abuela instaló una estera y Eréndira. Un hombre del correo nacional pagó por los servicios de Eréndira por narrando de ella a otros hombres que él encontró por su trabajo. Fue un trato de éxito. Detrás de los hombres vinieron mesas de lotería, puestos de comida y un fotógrafo en bicicleta que instaló frente el campamento una cámara de caballete con manga de luto. Con el paso de los meses la abuela fue menos severa con el pago del dinero y empezó por admitir que los hombres completaran el pago con medallas de santos, reliquias de familia, anillos matrimoniales y todo cuanto fuera capaz de demostrar. La abuela tuvo suficiente dinero para comprar un burro y entonces fue posible buscar otros lugares para cobrarse la deuda.
En San Miguel del Desierto encontró a Ulises, el hijo de un contrabandista holandés. Ulises era un adolescente dorado, de ojos marítimos y solitarios, y con la identidad de un ángel furtivo. Cuando él visitó a la carpa de Eréndira, los jóvenes se gustaron. Se quisieron. Por Ulises Eréndira era la primera mujer con quién él hacia el amor.
En la misma ciudad había una casa de misioneros. Como Eréndira era menor de edad les dijeron a la abuela que querian ponerla bajo su custodia, o tendrian que recurrir a otros métodos. Una noche cuándo la abuela y Eréndira dormían, unos hombres mandados por los misioneros, la llevaron al convento de la misión. Eréndira no perdió ni una noche de sueño desde que la llevaron al convento. Ella vivía descubriendo otras formas de belleza y de horror que nunca había imaginado en el mundo en el estrecho de la cama. Ella fue feliz con las nuevas experiencias.
La abuela intentaba rescatar a la nieta de la tutela de los misioneros. Ella recurrió a la autoridad civil, pero el alcalde le dijo que no podía hacer nada, los padrecitos, de acuerdo con el Concordato, tenían el derecho a quedarse con la niña hasta que sea mayor de edad o hasta que se case. La abuela buscó ayuda de unos contrabandistas, diciendo que era la Dama de Amadís el grande. Pero el hombre contrabandista con quien ella platicó, no conocia siquiera a los Amadises, ni quiso atravesarse en las cosas de Dios. La solución era pagar a un muchacho de pelo indio veinte pesos para que se case a Eréndira. Cuando a Eréndira se le preguntó cuál era su voluntad libre, ella respondió, que no quería casarse con el indio, sino irse con la abuela.
Cuando Ulises volvió a casa tenía un sucesor del tiempo en el desierto. Tocando cosas de vidrio, por ejemplo una jarra de cristal, la jarra se volvió azul. La madre guajirana de Ulises, le dijo que esas cosas sólo suceden por amor. El padre de Ulises no sabía guajiro y la madre no sabía holandés. Entonces Ulises podía mantener una conversación distinta con cada uno de los padres. Ulises no quería hablar sobre Eréndira con su madre, aunque ella entendía que había alguién. Ulises no podía dormir tratando de dominar el dolor de los recuerdos, hasta que el propio dolor le dio fuerza. Se fugó de la casa en la camioneta cargada de pájaros. Viajó por el desierto el resto de la noche y al amanecer preguntó por pueblos y rancherías cuál era el rumbo de Eréndira. Al tercer día se encontró con un hombre del correo nacional, y éste le indicó que la abuela y Eréndira se dirigían hacia el mar con la intención de la abuela d irse para la isla de Aruba.
Cuando Ulises la encontró tentó a Eréndira a huir con él al otro lado de la frontera. Mostró a Eréndira una naranja de la caja de caudales de su padre. En su interior era clavado un diamante legítimo. También le mostró una pistola y le dijo que tenía la camioneta. Eréndira después de unos días se decidió para siempre alejarse de la abuela. Se escaparon hacia el desierto. Esa vez la abuela recurrió de inmediato a la autoridad civil. El comandante del retén decidió atrapar los fugitivos. En una camioneta militar viajaron el comandante, la abuela, el padre de Ulises y unos agentes armados. Antes de la mediodía empezaron a ver las plumas de los pájaros de la camioneta de Ulises que pasaban en el viento. Los fugitivos fueron capturados y el tercer periodo de esclavitud comenzó para Eréndira., todavía con la cadena de perro en el tobillo.
El punto de vista de la abuela era, que Eréndira no se puede quejar:
"Tienes ropas de reina, una cama de lujo, una banda de música propia, y catorce indios a su servicio. ¿No te parece espléndido? Cuando yo te falte, ni quedarás a la merced de los hombres, porque tendrás tu casa propia en una ciudad de importancia."
Eréndira contestó, cómo siempre:
Sí, abuela.
Sin embargo, Eréndira no emitió un suspiro que permitiera vislumbrar su pensamiento. Se sometió en silencio al tormento de la cama cuando la abuela le cantaba la visión de futuro como si la estuviera descifrando en las barajas.
Una noche la abuela pasó todo el tiempo hablando sin soñar sobre sus nostalgias del Caribe y capitanes de los buques que mandarán postales de todos los puertos del mundo. Eréndira pensaba en Ulises y llamó con toda la fuerza de su voz interior:
Ulises !!
Ulises despertó de golpe. Había oído la voz de Eréndira con perfecta claridad. Se decidió salvarla de su desgracia.
La última vez tuvo éxito. Pero no sin molestias. Al primero intentaron matar a la abuela con una libra de veneno para ratas revuelto con nata de leche y mermelada de frambuesa. Sólo resultó en que la abuela hizo trances dormando y en que le perdió los pelos. Al segundo Ulises utilizó un detonante. Resultó en una peluca chamuscada y la camisa en piltrafas, pero la abuela estaba más viva que nunca. Al tercero Ulises le mató con el cuchillo de destazar.
El cuento concluye cuando Eréndira iba corriendo contra el viento y ninguna voz de este mundo la podía detener. Ni siquiera la voz de Ulises.
Llego a tres conclusiones leyendo esto cuento. Primero que Gabriel García Márquez transmite mucho del ambiente colombiano - o latinoamericano, en sus textos. Segundo que el viento es un importante fenómeno para él.
Y tercero que la leyenda del contrabandista Amadís es un tema del autor. Creo que es posible conocer más de esto leyendo otras obras de García Márquez. Para mí los Amadis son nuevos, pero entiendo que es una saga familiar, aspecto relevante en diferentes ciclos de las obras de García Márquez. La versión más conocida en lengua de indios era que "Amadís, el padre, había rescatado a su hermosa mujer de un prostíbulo de las Antillas, donde mató a un hombre a cuchilladas, y la traspuso para siempre en la impunidad del desierto. Cuando los Amadís murieron, el uno de fiebres melancólicas, y el otro acribillado en un pleito de rivales, la mujer enterró los cadáveres en el patio"

TIPOS DE LITERATURA


PORQUE NO HACER TAREA DE LITERATURA ESCUCHANDO MUSICA INSTRUMENTAL


BARROCO MAPA CONCEPTUAL


QUE ES LITERATURA


CUENTO ( LOS ULTIMO 10 AÑOS)

Y la bella confidente, a quien el decir popular señala como mi Dulcinea, no quiso oír ya las quejas del corazón doliente de su poeta…
Juan José Arreola
Son diez largos años ya los que he pasado aquí. Poco ha cambiado. Las tardes aún tienen ese aroma que tiene un dejo amargo, un sabor a la más pura melancolía. Hace diez años estaba lleno de anhelos, hoy estoy lleno de añoranzas. En verdad poco ha cambiado. Ya no acostumbro dar esas largas caminatas que apaciguaban el dolor con cada paso, con cada bocanada y con cada ojeada al porvenir. Hoy prefiero oler la tarde mojada desde mi ventana mirando las colinas incendiarse y recordar con nostalgia lo que antes quise, luego tuve y ahora evoco. La vida es muy similar a la de entonces, aunque parezca tan distinta. Estaba sólo entonces, no tengo a nadie ahora. Lo que pasó en el medio de este tiempo es el punto a donde viajaban mis sueños ayer, mis memorias hoy.
No sin desprecio miro adelante y la densa niebla de lo desconocido me desalienta. Como la mayoría de los hombres, no temo a la muerte, sino a no saber cuándo la miraré a los ojos. Intento volver sobre mis pasos y hallar los signos que me definieron, que me caracterizaron y trazaron mi silueta, delineando mi personalidad. Es inútil.
Mentiría si dijera que no hay espíritus que me acompañan en las húmedas e insoportablemente calurosas noches de verano, en las que la única constante es el insomnio. Almas ilustres que recorrieron mil veces el mismo sendero que yo, caminan a mi lado. No es que no conozcan el camino de memoria, o que ignoren el oscuro mar de hipocondría en el que desemboca este río de indiferencia. Simplemente no quieren arruinar el viaje describiéndome el destino final. O acaso disfrutan recorrerlo cada vez sin importar la identidad del incauto que sin más los sigue, alentado por la inmortalidad de sus maestros, anhelando un día ser seguido por otro ingenuo soñador amante de las letras.
Incauto. Eso es lo que soy. Quise entregarme al arte y nada me detuvo hasta envolverme en la gruesa cortina de un telón, roja y brillante como la sangre fresca. El terciopelo era cálido ¡y tan grueso! Más que un suave refugio se volvió impenetrable muralla, agradable escondite contra lo vano y superfluo, morada de los más excelsos sentimientos, los más elevados pensamientos. Inútiles ambos, ya que carecían de un cauce que no fuera tu voz, tu aprobación.
Fui incauto porque no preví el costo de grabar mis iniciales en las paredes del templo de mármol, en la ciudad imperecedera del tiempo. Sacrifiqué sentir el calor abrasante del fuego por conocer la mejor manera de describir sus danzantes llamas. Agudicé mis sentidos a costa perder la capacidad de sentir con el corazón. Me volví hipersensitivo. Me volví insensible. Insensato… lo he sido siempre.
Y ahora recuerdo tantas palabras vueltas poesía, unas escritas, otras vibrando en el aire buscando llegar a ti. Tantos signos transformaron los blancos lienzos en tenues melodías. Imágenes en blanco, negro y rojo todas ellas. La depresión que aún no tenía motivo de ser se había vuelto ya el sitio común donde mis ideas se materializaban, y se volvían audibles. Cada elemento de mis obras, que sin el menor asomo de humildad llamé de arte, tenía su razón de ser en ti… su existencia dependía de encontrar en tu corazón su destino final.
Hoy flotan en el limbo, sin control ni rumbo, cientos de bocetos mutilados, sinfonías inconclusas, palabras silentes pero con un eco que resuena, como si hubieran sido enunciadas una vez y ahora solo persistieran huérfanas, ignorantes de su origen…
Palabras de rimbombante sonoridad bailan una alucinante danza, tan vertiginosa como carente de sentido. Y es aquí donde se comprueba. La pintura, la música, las letras… no tienen razón de ser. Existen en la medida que alcanzan a vibrar en los sentidos de alguien más (tú) y ahora al resonar solo en algún oscuro rincón de mi alma aturdida y confundida, parecen jamás haber sido soñadas al menos.
Diez largos años. Interminables horas lejos de los demás, cerca de tu corazón ardiente que por amarme era distinto a todos

BIOGRAFIA DE SOR JUANA INES DE LA CRUZ







(Juana Inés de Asbaje y Ramírez; San Miguel de Nepantla, actual México, 1651 - Ciudad de México, id., 1695) Escritora mexicana, la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. La influencia del barroco español, visible en su producción lírica y dramática, no llegó a oscurecer la profunda originalidad de su obra. Su espíritu inquieto y su afán de saber la llevaron a enfrentarse con los convencionalismos de su tiempo, que no veía con buenos ojos que una mujer manifestara curiosidad intelectual e independencia de pensamiento.
Biografía
Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los ocho escribió su primera loa. En 1659 se trasladó con su familia a la capital mexicana. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición, su viva inteligencia y su habilidad versificadora.

FRASES DE AUTORES LITERARIOS




PELICULA (MARIA)

(MARIA)
Siendo muy joven, Efraín deja el Cauca para realizar sus estudios en Bogotá, y lo hace con gran dolor, por alejarse de los suyos y de su prima María, por la que ya siente un gran amor.
Al cabo de seis años regresa a su terruño, y se reaviva el amor adolescente. El idilio entre Efraín y María en esos tres meses que dura la estada del joven antes de viajar a Londres a continuar sus estudios, los hace comprender que siempre estarán unidos por la intensidad de sus sentimientos..
Pero si bien están apasionadamente enamorados, no quieren demostrarlo a los demás, y el romance se mantiene totalmente en secreto, solamente encubiertos por la hermana de Efraín, Emma.
Sucede a la vez que un joven del lugar, Carlos, comienza a enamorarse de María y a pretenderla.
Mientras tanto, en el seno de la familia de Efraín, se suceden hechos que afectan a los jóvenes. Una sucesión de malos negocios, afecta la salud del padre del muchacho. Llega el momento de la partida de Efrín con la preocupación de la situación económica familiar, el estado de su padre y el alejarse nuevamente de los románticos buenos ratos vividos con su amada. Pero el momento de la partida ha llegado.
Pasaron dos años desde que Efraín se marchara, y María enferma gravemente. Al enterarse Efraín, emprende su regreso temiendo por la salud de su amada maría.
Cuando el joven llega a su hogar, su hermana Emma, llorosa y de luto, le da la noticia de la muerte de María.
Efraín no encuentra consuelo a su dolor, y llora su congoja sobre la tumba de María. Después decide partir con infinita pena, sin saber bien hacia dónde, acompañado en sus sentimientos por el paisaje que se entristece en sombras como acompañando en el dolor al desconsolado Efraín.

CUENTO (LOS ULTIMOS 10 AÑOS)

Y la bella confidente, a quien el decir popular señala como mi Dulcinea, no quiso oír ya las quejas del corazón doliente de su poeta…
Juan José Arreola
Son diez largos años ya los que he pasado aquí. Poco ha cambiado. Las tardes aún tienen ese aroma que tiene un dejo amargo, un sabor a la más pura melancolía. Hace diez años estaba lleno de anhelos, hoy estoy lleno de añoranzas. En verdad poco ha cambiado. Ya no acostumbro dar esas largas caminatas que apaciguaban el dolor con cada paso, con cada bocanada y con cada ojeada al porvenir. Hoy prefiero oler la tarde mojada desde mi ventana mirando las colinas incendiarse y recordar con nostalgia lo que antes quise, luego tuve y ahora evoco. La vida es muy similar a la de entonces, aunque parezca tan distinta. Estaba sólo entonces, no tengo a nadie ahora. Lo que pasó en el medio de este tiempo es el punto a donde viajaban mis sueños ayer, mis memorias hoy.
No sin desprecio miro adelante y la densa niebla de lo desconocido me desalienta. Como la mayoría de los hombres, no temo a la muerte, sino a no saber cuándo la miraré a los ojos. Intento volver sobre mis pasos y hallar los signos que me definieron, que me caracterizaron y trazaron mi silueta, delineando mi personalidad. Es inútil.
Mentiría si dijera que no hay espíritus que me acompañan en las húmedas e insoportablemente calurosas noches de verano, en las que la única constante es el insomnio. Almas ilustres que recorrieron mil veces el mismo sendero que yo, caminan a mi lado. No es que no conozcan el camino de memoria, o que ignoren el oscuro mar de hipocondría en el que desemboca este río de indiferencia. Simplemente no quieren arruinar el viaje describiéndome el destino final. O acaso disfrutan recorrerlo cada vez sin importar la identidad del incauto que sin más los sigue, alentado por la inmortalidad de sus maestros, anhelando un día ser seguido por otro ingenuo soñador amante de las letras.
Incauto. Eso es lo que soy. Quise entregarme al arte y nada me detuvo hasta envolverme en la gruesa cortina de un telón, roja y brillante como la sangre fresca. El terciopelo era cálido ¡y tan grueso! Más que un suave refugio se volvió impenetrable muralla, agradable escondite contra lo vano y superfluo, morada de los más excelsos sentimientos, los más elevados pensamientos. Inútiles ambos, ya que carecían de un cauce que no fuera tu voz, tu aprobación.
Fui incauto porque no preví el costo de grabar mis iniciales en las paredes del templo de mármol, en la ciudad imperecedera del tiempo. Sacrifiqué sentir el calor abrasante del fuego por conocer la mejor manera de describir sus danzantes llamas. Agudicé mis sentidos a costa perder la capacidad de sentir con el corazón. Me volví hipersensitivo. Me volví insensible. Insensato… lo he sido siempre.
Y ahora recuerdo tantas palabras vueltas poesía, unas escritas, otras vibrando en el aire buscando llegar a ti. Tantos signos transformaron los blancos lienzos en tenues melodías. Imágenes en blanco, negro y rojo todas ellas. La depresión que aún no tenía motivo de ser se había vuelto ya el sitio común donde mis ideas se materializaban, y se volvían audibles. Cada elemento de mis obras, que sin el menor asomo de humildad llamé de arte, tenía su razón de ser en ti… su existencia dependía de encontrar en tu corazón su destino final.
Hoy flotan en el limbo, sin control ni rumbo, cientos de bocetos mutilados, sinfonías inconclusas, palabras silentes pero con un eco que resuena, como si hubieran sido enunciadas una vez y ahora solo persistieran huérfanas, ignorantes de su origen…
Palabras de rimbombante sonoridad bailan una alucinante danza, tan vertiginosa como carente de sentido. Y es aquí donde se comprueba. La pintura, la música, las letras… no tienen razón de ser. Existen en la medida que alcanzan a vibrar en los sentidos de alguien más (tú) y ahora al resonar solo en algún oscuro rincón de mi alma aturdida y confundida, parecen jamás haber sido soñadas al menos.
Diez largos años. Interminables horas lejos de los demás, cerca de tu corazón ardiente que por amarme era distinto a todos